Es habitual ver colillas de cigarrillos tiradas en suelos de calles, paradas de autobús, parques y hasta playas. Según algunas estimaciones, los fumadores generan más de cinco billones (millones de millones) de colillas
cada año en todo el mundo, y la preocupación por su impacto ambiental ha llevado a realizar estudios
sobre cómo afectan a los hábitats acuáticos y a la vida silvestre. Sin embargo, pese a la abundancia de las colillas, casi nadie ha estudiado las emisiones al aire que provienen de ellas.
Cuando se le pidió a Dustin Poppendieck que los evaluara, se mostró escéptico. Como científico experto en mediciones, del Instituto Nacional estadounidense de Estándares y Tecnología (NIST), se dio cuenta de
que no había una forma estándar de analizar las cantidades de productos químicos que flotan en el
aire alrededor de los cigarrillos horas y días después de haber sido apagados. Además pensó que podría no haber suficientes productos químicos presentes en ese aire para que las mediciones fueran significativas.
Sin embargo, lo que él y sus colegas encontraron fue que una colilla de cigarrillo consumido y apagado, una que ya está fría al tacto, puede emitir en un día el equivalente de hasta el 14% de la nicotina que emite un cigarrillo
encendido.
LOS EFECTOS CONTAMINANTES DE LAS COLILLAS
La sorpresa para Poppendieck y sus colegas fue mayúscula. Tal como él razona, a la luz de los nuevos datos, la
mera presencia de colillas en un cenicero de una sala o de un automóvil puede tener impactos importantes en la salud de las personas que pasen un tiempo suficiente ahí dentro.
Las mediciones del NIST se realizaron bajo un acuerdo con la FDA (la agencia gubernamental estadounidense de alimentos y medicamentos) como parte de su análisis del impacto general del tabaquismo en la vida de
las personas.
El equipo tuvo que «fumar» más de 2.100 cigarrillos, aunque los científicos no encendieron entre sus labios cigarrillo alguno ni inhalaron su humo. El equipo de Poppendieck se valió de una «máquina de fumar»
que ejecuta el proceso y además usa movimientos robóticos para simular lo que hace un humano con
el cigarrillo cuando se lo está fumando. La máquina movió el aire a través de cada cigarrillo de la
misma manera en que lo hace alguien que fuma, con el fin de descartar diferencias potenciales
asociadas al comportamiento de los fumadores reales.
Los cigarrillos apagados se colocaron en una cámara de acero inoxidable para caracterizar las
emisiones al aire.
El equipo también trató de determinar si diferencias ambientales en parámetros como temperatura y humedad podrían cambiar las tasas de emisión.
La mayoría de los productos químicos de las colillas apagadas se emitieron al aire durante las
primeras 24 horas tras el apagado. Sin embargo, las concentraciones de nicotina y triacetina todavía eran de alrededor del 50% del nivel inicial cinco días después. El equipo también descubrió que las colillas
emitían esas sustancias químicas a tasas más elevadas cuando la temperatura del aire era más
alta.
Fuente: Avisador