Es un brazo mecánico que toma muestras para el análisis de COVID-19.
En Alemania crearon una estación, con un brazo robótico, que toma las muestras para testear los casos sospechosos del nuevo coronavirus. El invento evita que el personal de la salud se exponga directamente al paciente y, así, disminuye el contagio. Detrás de esta invención hay un uruguayo: Daniel Wahrmann.
Es un brazo apenas más extenso que el de un humano adulto, de plástico blanco y recubierto de un nylon esterilizante. Con sus dedos es capaz de tomar un hisopo, llevarlo hasta la posición de las narinas o garganta del paciente y luego depositar la muestra en un tubo de ensayo para el posterior análisis de laboratorio. Así, rutinario y sin cansarse, durante las 24 horas del día.
Se llama Franka Emika Panda, en referencia a la empresa alemana que lo desarrolló. Pero los ingenieros, entre los que está el uruguayo Wahrmann, le dicen cariñosamente “Panda”.
Wahrmann -32 años, doctorado en Robótica y radicado en Munich hace una década- lidera el equipo de la compañía alemana que investiga cómo adaptar el brazo robótico a servicios médicos y de cuidados de ancianos.
“Cuando comenzó la pandemia del nuevo coronavirus”, cuenta, “quisimos acelerar el desarrollo de un brazo para las habitaciones de CTI que atienden infectados”. Pero la puesta en práctica llevaría más tiempo de lo que exigía esta crisis.
Por eso adaptaron el uso de un brazo robótico que sirve para el ensamble de piezas electrónicas y el testeo de equipos de medición.
Sucede que Panda cuenta con sensores en todas sus articulaciones. Eso le permite controlar la fuerza de los movimientos, al punto que si uno empuja ese brazo cede. “Es lo más parecido al sentido del tacto y gracias a esa sensibilidad es muy seguro en el trabajo con pacientes”, explica el ingeniero uruguayo.
Test
Alemania es el quinto país en el mundo con más infectados por el nuevo coronavirus. Según la base de datos de la universidad Johns Hopkins, más de 145.000 personas han contraído la enfermedad superando incluso a China.
Ante este panorama, y bajo la premisa del modelo coreano que entiende que lo mejor es “testear, testear y testear”, Wahrmann y su equipo idearon una estación en la que el brazo robótico esta de un lado de una mampara protectora, y el paciente en el otro. De este modo, “se podría evitar el alto contagio en el personal de salud que extrae las muestras”.
Los ensayos clínicos, de los que se esperan los últimos resultados, se estaban realizando en el estacionamiento del hospital de la Universidad Técnica de Munich. Allí se podía ver un banco sobre la calle en donde se sentaba el paciente. Luego colocaba la nariz en un soporte descartable y, cuando estaba en la posición correcta, daba inicio al trabajo del robot con un pedal. El ejercicio se repetía para cada narina y la garganta.
Panda está entrenado para depositar la muestra en un tubo y descartar todo material que pueda estar contaminado. Incluso es capaz de sumergir sus dedos en un líquido desinfectante cada vez que rota el paciente.
“Esta autonomía”, dice el ingeniero, “permitiría que haya un operador para retirar los tubos de muestra de hasta 10 o 12 robots a la vez: se gana en productividad y se reduce el riesgo de contagio”.
Estiman que cada estación con su robot incluido costaría unos 35.000 euros (38.000 dólares). “Se podría transportar en un camión para que la gente no tuviese que trasladarse hasta una policlínica y, así, se contribuiría a la reducción de la propagación del virus”.
¿Cuán seguro es que un robot intervenga en la salud? “Aunque parezca futurista, este tipo de robots tienen, potencialmente, más precisión que el ser humano: no les tiembla el pulso, repiten milimétricamente los movimientos, no se cansan ni tienen un mal día”. Tal vez que para esta pandemia “nos pueden dar una mano”.
Fuente: El País